Javier Otaola
Bellaterra 1999
El laicismo no supone simplemente la aconfesionalidad pasiva del Estado, sino una aconfesionalidad activa concretada en el compromiso de crear y preservar un espacio cívico-político definido exclusivamente por la ética y el simbolismo civil.
La laicidad no se reduce tampoco a un debate entre clericalismo y anticlericlarismo, sino a algo mucho más valioso y de mayor calado político que no se limite a ser una mera exaltación o celebración de la comunidad sobre la que se funda, sino que aspire a establecer un poder público al servicio de las mujeres y los hombres considerados en su condición de ciudadanos, y no en función de su identidad nacionalitaria, étnica, de clase o religiosa.
Obras Recomendadas:
Laicidad, una estrategia para la libertad
Razón y Sentido, La Metáfora Masónica
Biografía